Saturday, March 10, 2001

EL COLLAR DE ARENA- Rio 3

Las playas de Río y sus alrededores forman algo que se me asemeja a un singular "Collar de Arena" en derredor de La Cidade Maravihlosa do Mundo, como la califican sin mucha modestia la publicidad turística y los anuncios en las tiendas de souvenirs.

Pese a su belleza, las playas del interior de la Bahía de Guanabara, incluida la siempre fotografiada ensenada de Botafogo, no son asediadas masivamente por los bañistas, pues las aguas interiores están contaminadas, y han perdido en calidad y transparencia. Estas riberas y sus parques son, sin embargo, un lugar ideal para tumbarse al sol, practicar deportes y dar un paseo reconfortante. En cambio las costas del sur, bañadas directamente por el Océano Atlántico, si bien no alcanzan la calidad de los balnearios del Golfo de México, constituyen, de por sí, todo un universo recreativo con un ritmo y forma de vida muy propios en un entorno muy pintoresco.

La más oriental de estas playas exteriores es la de Lema, de solo mil metros de longitud. Quizás es muy poco conocida porque su vecina al oeste es la mundialmente famosa Copacabana, el burbujeante polo turístico de Río. Luego del Fuerte de Copacabana, al final de esta playa, está el montículo rocoso de Arpoador, a partir del cual empieza Ipanema, de 2,2 kilómetros de largo, donde el ritmo es más lento, los edificios son más bajos y exclusivos, y los comercios son más elegantes y caros que en Copacabana.

La próxima "perla" de este "collar" es la playa de Leblón (1,3 km); aún más privilegiada y separada de Ipanema solamente por el canal que une el mar y el Lago Rodrigo de Freitas, desde el que se disfruta de una de las vistas más atractivas de Río. Es por ello que en los alrededores del lago y en Leblón vive mucha gente adinerada. Más al este, luego de una empinada montaña con altos peñascos, se encuentra Baja de Tijuca, con toda una cadena de playas y ensenadas separadas por empinadas colinas con enormes rocas. Desde una de esas montañas, en lo alto de la Piedra de la Gávea, cuya cima es plana, se lanzan en delta planos los más atrevidos aficionados para aterrizar en la playa de San Conrado, cientos de metros más abajo.

En Río todas las playas son públicas, según lo establece la Constitución brasileña. Solo el hotel Sheraton ha sido construido directamente en la arena; pero su playa es usada indistintamente por cariocas y turistas. El resto de los hoteles se encuentra en las avenidas de litoral. Por eso los balnearios de la urbe son un centro de convergencia donde, día y noche, comparten el mar y la arena extranjeros y brasileños, ricos y pobres, jóvenes y viejos, sin distinción de raza, sexo, ascendencia social o procedencia.

Esta oleada de bañistas, que aumenta en los meses de verano, especialmente en Carnaval, es servida por un verdadero ejército de vendedores ambulantes que ofertan las mercancías más disímiles, desde agua de coco, hasta camisetas de Río y lienzos para tenderse al sol, pasando por todo tipo de comestibles, artesanías y souvenirs. Muchas veces lo que inspira a comprar no es la mercancía, sino el carisma del vendedor. Uno de ellos pregonaba ¡Aaaaaaabacxi! (ananás) llevando en la cabeza un enorme cesto cargado de piñas. Al vender una de las frutas, las pelaba y picaba para el cliente en el acto con ambas manos, en tanto con la cabeza seguía sosteniendo el cesto de frutas, y convertía así esta operación comercial-vitamínica en un acto de circo.

Copacabana en Río, al igual que Manhattan en New York: "nunca duerme". A todas horas del día y la noche se ven a cientos o miles de paseantes recorriendo la Avenida Atlántica, junto a la playa. Mientras por el día la oleada de bañistas invade los 5 kilómetros de blancas arenas y las calles interiores -llenas de todo tipo de comercios y servicios-, por la noche los paseantes acuden a los bares, cafés, centros nocturnos y algunos comercios que están abiertos las 24 horas. Aunque es una zona turística, la mayoría de los anuncios comerciales son en portugués y la venta está dirigida, principalmente, a los clientes nacionales. Solo en los hoteles y tiendas de turismo el personal habla inglés o español, por lo que en los comercios tuve que ir improvisando mi "portuñol" y el resto que faltaba, lo suplía con el universal lenguaje de las señas.

De toda la paleta comercial de las playas de La Cidade Maravihlosa do Mundo, lo que más me agradó fueron los "sucos" (jugos). Casi en todas las esquinas de Copacabana, hay cafeterías que ofertan todo tipo de sucos naturales y ensaladas de frutas tropicales exóticas; muchas de ellas, desconocidas para mí, pues son oriundas de la zona ecuatorial del norte del Brasil. Me impresionó mucho no solo la amplia oferta (nunca había visto nada comparable), sino lo módico de los precios y la gran demanda que tiene esta forma tan sana de alimentación por parte de los propios cariocas. Por ello, estos "centros de las vitaminas" también cumplen una función social como lugar de reunión, parecida al de las bodegas en Cuba.

Esta alta demanda vitamínica se explica quizás porque Copacabana es también la meca de la cultura física. El hecho de estar casi todo el tiempo con el cuerpo al descubierto, ha convertido el fisiculturismo en una moda playera de Río, donde jóvenes (y no tan jóvenes) de ambos sexos van a entrenar su cuerpo en los múltiples gimnasios de la ciudad para luego exhibirlo al sol, sobre todo en los días previos al Carnaval, para después poder mostrar su piel bronceada en la "noche de noches" del desfile de las escuelas de samba.

El collar de arena es también un paraíso deportivo no solo para los fisiculturistas. Con frecuencia el agua es muy fría, hasta en los cálidos meses del verano, y hay un gran oleaje, por lo que las playas no son idóneas para la natación; pero en su lugar se puede practicar surfing y otros deportes náuticos. En la arena, grandes y chicos juegan voleibol, fútbol, tenis, lanzan pelotas y discos, o simplemente se dedican a hacer ejercicios al aire libre. Incluso en altas horas de la noche pueden verse a los pobres, que no pueden pagarse un gimnasio, haciendo deportes. Otras variantes muy gustadas son el patinar, correr, y montar bicicletas o patinetas a lo largo de las avenidas del litoral, que tienen una vía para estos fines.

Como esta vez mi compañero de viaje era un "trotamundos" como yo, aprovechamos que los domingos las avenidas a lo largo de las playas se cierran al tráfico automovilístico, y alquilamos bicicletas para darle "la vuelta ciclística a Río". Fuimos pedaleando por Copacabana, Ipanema, Leblón y, luego, alrededor del hermoso lago Rodrigo de Freitas, donde después de una pausa para tomar agua de coco y ver la puesta de Sol, regresamos de noche a Copacabana. Ya para entonces no me parecía nada exagerado el epíteto de Cidade Maravihlosa.

Para completar mis impresiones del Collar de Arena, fuimos un día a las llamadas islas tropicales de la bahía de Sepetiba, al este de Río. Luego de 100 km. de viaje por una carretera que atraviesa una zona de plantaciones de cocos, bananos y caña de azúcar, y que con toda razón se nombra Costa Verde, se llega a poblado de Itacuruçá, que significa "cruz de piedra" en la lengua aborigen. En este pintoresco pueblo de pescadores, que parece salido de una telenovela brasileña, tomamos un saviero (navío) que nos llevó por distintas islas de la bahía. Si bien las playas aquí son mejores que las de Río, tampoco se pueden comparar con las del Caribe en la transparencia de sus aguas; pero a modo de "compensación" poseen un paisaje fascinante, pues en la bahía hay -cubiertas de una lujuriosa vegetación- numerosas pequeñas islas. Luego del chapuzón en dos ellas y de un sabroso almuerzo de mariscos y frutas tropicales bajo los frondosos árboles de la orilla, pusimos proa a Itacuruçá y regresamos a Río al atardecer.

Al entrar a la urbe, ya las cúspides de las montañas circundantes se oscurecían y el cielo se teñía de rojo. En lo alto del Corcovado empezaba a iluminarse la estatua del Cristo Redentor, que con sus dos brazos abiertos, parecía tender un mato de estrellas sobre La Cidade Maravihlosa do Mundo y su hermoso Collar de Arena.

Marzo del 2001

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