Saturday, March 10, 2001

CON LOS BRAZOS ABIERTOS - Rio 4

En Iberoamérica, de población mayoritariamente cristiana, hay tres grandes estatuas de Cristo.

El Cristo de Lisboa se levanta en la ribera del río Tajo opuesta al emplazamiento de la ciudad. Sin embargo, pese al colosal tamaño de su pedestal, no se divisa con claridad desde la capital portuguesa, ya que está construido en una zona llana y bastante distanciado del centro de Lisboa. Como mejor se le observa es al atravesar el moderno y gigantesco puente 25 de Abril, el mayor puente colgante de Europa, que ahora une ambas riberas del río. Pero aun ese caso no se destaca de manera especial en el paisaje urbano.

De menores dimensiones, el Cristo de La Habana se alza en lo alto de la loma de Casablanca, junto a la desembocadura de la bahía de La Habana mirando serenamente hacia el casco histórico de la ciudad. Pero quizás su difícil acceso (al igual que el de Lisboa) no lo ha convertido en un punto de peregrinaje o atracción turística. Aunque es más perceptible y está más cercano a la ciudad, su radio de visibilidad resulta bastante limitado y dista mucho de ser el símbolo de la capital cubana.

Sin duda, el más famoso y atractivo de los tres monumentos es el mundialmente conocido Cristo Redentor de Río de Janeiro, cuya colosal estatua de 1 145 toneladas de peso se alza con los brazos abiertos en la cima del Corcovado ("montaña curva"), el punto más alto de la urbe, a 710 m sobre el nivel del mar.

¿Cómo se las arreglaron para subir tan alto ese monumento de 30 metros de alto y 28 de ancho de una punta a otra de los dedos? Me preguntaba yo mientras ascendíamos. De una forma muy astuta: bajo la dirección del ingeniero brasileño Hector da Silva Costa, el cuerpo y los brazos del Cristo fueron fundidos en hormigón como una obra de arquitectura, mientras que la cara y las manos son esculturas insertadas en el monumento, que fue inaugurado en 1932, después de cinco años de construcción, en un acto solemne en el que participaron el entonces Presidente del Brasil y el Obispo de la urbe.

En esa fecha Río era aún la capital del Brasil, por lo que este Cristo bendiciendo y protegiendo a la ciudad y sus habitantes, tiene un significado que va mucho mas allá de las fronteras de la metrópolis y lo ha convertido en un símbolo de todo el país. Representa para Río de Janeiro y Brasil lo que la Estatua de la Libertad, para Nueva York y los Estados Unidos. Y al igual que la Estatua de la Libertad, ha sido utilizado en las más disímiles campañas publicitarias, desde promociones turísticas hasta anuncios de refrescos; pero también (al igual que su "colega" neoyorquina) es muy querido y admirado por todos.

Ascendimos al Cristo por una serpenteante carretera que en cada una de sus curvas permite ver nuevas y fantásticas vistas de la ciudad. También se puede utilizar un tren de montaña que antes era de vapor y fue puesto en servicio desde 1884 por el emperador Pedro II. Como dicho trencillo ya estaba "algo viejito", fue sustituido en 1979 por uno "un poco más moderno" que, similar a su antecesor, va atravesando la exuberante flora del Parque Nacional de Tijuca y puede transportar hasta 372 pasajeros por hora. Subimos los últimos metros hasta la base del monumento por 220 escalones distribuidos en varias escaleras hasta llegar a una plataforma de observación, desde donde se puede disfrutar de un fantástico panorama de la ciudad, y de la mundialmente conocida vista de la ensenada de Botafogo y el Pan de Azúcar. Me parecía mentira el poder verlo con mis propios ojos.

Como el mirador está a tan elevada altura, no pueden percibirse con claridad todos los detalles de la urbe, por lo que me alegré mucho de tener mis anteojos a mano para poder disfrutar a plenitud del paisaje. Del mismo modo, puesto que la floresta de Tijuca es muy húmeda, con frecuencia se originan nubes y nieblas que suben hasta la cima del Corcovado y pueden dificultar parcial o totalmente la visibilidad. Por eso, antes de emprender el gran viaje de ascenso, nos cercioramos de que la cima estaba despejada de nubes y que el Cristo era bien visible. Asimismo, aprovechamos la tarde para hacer la visita, ya que a esa hora del día los rayos del sol iluminan desde el Cristo en dirección a la ciudad y es cuando mejor se puede disfrutar del hermoso paisaje.

Desde aquí se puede observar toda la urbe, y al mismo tiempo todo Río puede ver a "su" Cristo, ya sea en las playas o en el centro, en el estadio Maracaná o en el Sambádromo, en los lagos y parques o en las plazas del mercado, en las favelas o los barrios de lujo. Todos pueden admirar esta magnética estatua del Cristo Redentor que de noche es iluminada por reflectores convirtiéndose en una singular una estrella del cielo carioca.

Pero el momento más impresionante de la visita, fue la puesta de Sol en la cima del Corcovado, cuando las nubes teñidas de púrpura pasaban rozándome los pies y el sol parece que se puede alcanzar con la mano. Es un instante maravilloso en el que toda la ciudad, el Corcovado y su Cristo alcanzan una dimensión mágica, como si fueran realmente "algo del otro mundo".

En la base del Cristo hay una pequeña capilla en la que se ofrecen misas los domingos por la mañana y en la que los visitantes arrojan monedas, en concordancia con esa costumbre universal de lanzar monedas en el lugar al que se desea volver. Y es que el Corcovado es uno de esos sitios a los que siempre se quiere regresar. No en balde en uno de sus viajes a Río, el Papa Juan Pablo II bendijo aquí a la estatua del Cristo Redentor, este protector tan especial de la ciudad que sigue recibiendo con los brazos abiertos a todos los amigos de Río y del Brasil que vienen a visitarlo y admirarlo desde todos los confines del mundo.

Marzo del 2001

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