Saturday, March 10, 2001

120 HORAS DE SAMBA - Rio 5

¿Cuándo empieza el carnaval? ¡Pero este es el famoso Río de Janeiro y yo no he visto todavía la primera persona bailando en la calle! ¿Dónde es que está el espíritu carnavalesco de los cariocas?

Estas, y muchas otras preguntas, me hacía yo durante los primeros días de mi estancia en Río en la semana previa al Carnaval. Al aterrizar en la ciudad el domingo por la noche, pude ver desde el avión gigantescas concentraciones populares en los barrios pobres de la zona norte, donde la gente salía a bailar samba y a festejar el "precarnaval" en las plazas de esta parte de la urbe. También se efectuaron los ensayos casi secretos de las escuelas de samba. Según tuve noticias, en otros barrios ocurrió algo parecido. Pero el lunes todo parecía haber sido un espejismo de los sentidos, como si nadie se acordara (o no se

quisiera acordar) de las fiestas de la noche anterior, y en todo Río reinaba una “normalidad" demasiado anormal para mí.

–Espera, el Carnaval aún no ha comenzado –me dijo un amigo carioca... y tenía mucha razón.

El único "preparativo" que había podido palpar en los días anteriores, fue al visitar las islas tropicales en las afueras de Río, cuando que vi que muchos cariocas, especialmente familias con niños pequeños, abandonaban la urbe y acampaban por varios días en las islas de la bahía de Sepetiba, como si la gran ciudad fuera a sufrir un ataque aéreo o una guerra devastadora. Luego supe por la TV que es un fenómeno que se repite todos los años en vísperas del Carnaval, y muchos habitantes de la metrópoli huyen de ese "terremoto" para refugiarse en la paz de los tranquilos y pintorescos pueblos de los alrededores.

Al anochecer del viernes, empezó el bombardeo... de samba. Después de la puesta de Sol, salió a la calle la Banda de Ipanema. Entonces un río incontenible y heterogéneo de cariocas y visitantes se desbordó caudalosamente por varias horas, y bañó con su alegría, música y algarabía las avenidas del litoral y las calles interiores del barrio. Lo mismo sucedía en otras partes de la ciudad. Allí "sambaban" y se divertían lo mismo bañistas recién salidos del agua (yo era uno de ellos) que "respetables" familias bien vestidas o los mas disímiles personajes disfrazados de todas las cosas impensables, sin otro límite que

el de la infinita fantasía humana. Mientras tanto, cientos de vendedores ambulantes ofrecían todo tipo de comidas, bebidas y hasta camisetas alegóricas. El desbordamiento de este río humano duró hasta la madrugada y me recordó una canción del cantante puertorriqueño Dany Rivera que dice: "...yo quiero un pueblo que baile en las calles..." En ese caso: Dany, te aconsejo que te des una vueltecita por Río.

Pero esto fue solo el comienzo de un largo maratón de samba. Cuando terminaron las bandas (muy parecidas a las comparsas en Cuba; pero mucho más espontáneas e impredecibles), la muchedumbre cambiaba de localidad, mas no dejaba de festejar. Al filo de la medianoche empezaban, por doquier, fiestas que abarcaban todo un espectro de modalidades. Se celebran galas y bailes en los hoteles y teatros más renombrados de la urbe. La velada más famosa es la del hotel Copacabana Palace, donde asiste la crema y nata de la alta sociedad carioca. Asimismo, se dan bailes de disfraces de todos los tipos, fiestas de samba en gigantescas naves, las más variadas discotecas y concentraciones populares a cielo abierto en el centro y en los barrios más pobres de la ciudad. ¡Hasta en la playa se bailaba samba! Me llamó la atención una fiesta a la que asistí en el parque de diversiones de Barra de Tijuca, en el que improvisaron una pista de baile en el medio del recinto, y las atracciones, incluida una enorme montaña rusa, no dejaron de funcionar durante toda la madrugada.

Pero, por supuesto, las festividades más importantes de todas son los desfiles de las escuelas de samba en el mundialmente famoso Sambádromo de Río de Janeiro, en especial la "noche de noches", el desfile final de "segunda feira" (lunes), que merece un relato aparte.

Con independencia del lujo, la música y el estilo de las diferentes fiestas carnavalescas, todas tienen un denominador común: duran siempre hasta bien entrada la mañana del día siguiente y hacen que todo Río esté en la calle durante la madrugada. Luego regresábamos a casa al otro día, muertos de cansancio y con "intenciones" de dormir largamente después de una noche maratónica. Pero el calor, el ruido, la luz y la atmósfera del Carnaval hacen que al mediodía, incluso los más dormilones (yo pertenezco a ese grupo) ya se tengan que levantar de la cama. Es que durante el Carnaval se puede hacer de todo en Río, menos dormir y ahorrar dinero. Por eso, al mediodía partíamos casi a rastras para la playa, donde nos tumbábamos al sol, y nos entreteníamos oyendo música y viendo la gente celebrar o pasear (o ambas cosas) en las avenidas del litoral hasta el atardecer. Luego comenzaba a pasar por las calles la próxima banda y empezaba otra fiesta hasta la mañana siguiente, para cerrar así ese perpetuo ciclo carnavalesco...

Para entonces ya reinaba en la ciudad el más perfecto, alegre y variado de los desórdenes. Lo mismo se veía a la gente ir en ómnibus cargando sus bellos trajes de fantasías para participar en algún baile de disfraces o en los desfiles de las escuelas de samba, que una multitud arrollando detrás de una banda recién salida por la Avenida Atlántica a pleno día o una familia con niños disfrazados de payasos caminando por la playa de Leblón. Me acordé de la película de Hollywood Échale la culpa a Río, donde se hace responsable a la atmósfera carnavalesca carioca de las aventuras y travesuras amorosas de un matrimonio norteamericano de visita en la urbe. Pienso que no debemos culpar a Río por nuestros "pecados tropicales" ¡Debemos darle las gracias!

Entonces comprendí por qué algunas familias huían de aquel terremoto musical que duró desde las 6:00 de la tarde del viernes hasta las 6:00 de la tarde del miércoles, cuando terminó la votación del jurado para elegir la mejor escuela de samba, cuya transmisión televisada fue seguida con gran atención por toda la población, ansiosa de conocer los resultados finales. Durante esas 120 horas de samba ininterrumpidas, en la que se unían los días con las noches, mientras aumentaba el cansancio acumulado y el agotamiento comenzaba a hacer sus estragos en mí, otra pregunta empezaba a circular por lo que entonces quedaba de mis neuronas: ¿Cuándo se termina el carnaval!

Marzo del 2001

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