Monday, June 10, 2002

LA CUIDAD DE LA MANO CORTADA

Según una vieja leyenda, en un refugio a orillas del río Escalda en el norte de Bélgica, vivía en los tiempos de Julio Cesar un gigante llamado Antigoon. El malvado grandulón obligaba a los barqueros que cruzaban el río a pagarle un alto impuesto y si algún barquero no podía pagarle, le cortaba una mano y la tiraba al río. Así se impuso esta oprobiosa rutina, hasta que un día el capitán romano Salvius Brabo se revelo contra el gigante. Luego de una gran batalla, como siempre pasa en todas las leyendas, el valiente guerrero logró vencer a Antigoon y le cortó una mano al gigante y la tiró al río… ¡Bravo por Brabo! De allí surgió el nombre de Amberes, que en la lengua local se escribe Antwerpen: “Hand” (mano) y “werpen” (arrojar). Existen por supuestos otras conjeturas respecto al origen del nombre de la cuidad; pero como esta es la más seductora, ha terminado por ser la “oficial”. Por eso en el centro de la plaza mayor de la villa, frente al Ayuntamiento, se levanta una monumental fuerte en la que vemos a Brabo en el momento en que tira la recién cortada mano de Antigoon.

A esta ciudad de “manos tiradas” arribamos en una soleada tarde de un viernes veraniego, para participar en una competencia de natación. Yo tenia mucho interés en conocer la ciudad más importante de Flandes. Cerca del 60% de los belgas son flamencos y el idioma que hablan no es el francés, sino un dialecto muy similar al holandés. La primera vez que oí hablar de algo relativo a esta región, no fue en una guía turística ni en una clase de historia, sino en el Zoológico de La Habana. Cuando era un niño aún, me llevaron a ver a “los flamencos”, esas exóticas aves tropicales que fueron bautizadas por los conquistadores españoles en América con este curioso nombre, quizás porque Flandes también fue conquistada por los españoles durante el siglo XVI. Aún hoy los habitantes de Amberes se auto titulan “Sinjoren”, que viene de “Señores” en español y recuerda el aire señorial que impregnaba la cuidad durante esos años. Ya siendo un adulto supe que la “rumba flamenca” que bailaban los ibéricos, también le debe su nombre a la remota región belga y que quizás halla una relación entre la curiosa costumbre que tienen estas aves de pararse en una sola pata y las poses de los bailadores en dicha rumba. En todo caso Flandes se grabó para siempre en mi memoria de adolescente como un país de leyendas, al yo leer las aventuras del Corsario Negro de Emilio Salgary. Precisamente en Flandes ocurren episodios muy importantes de este clásico de la literatura juvenil universal y que no voy a narrar aquí, para que los curiosos se embullen a leer libro de nuevo.

Luego de registrarnos para nuestra competencia de natación, pudimos dar una vuelta por las inmediaciones y así admirar las bellas casas de finales del siglo XIX y principios del XX el barrio de “Leopold”, con una fascinante arquitectura “Art Novo”. Cada una de las residencias a lo largo de la calle, tiene su identidad propia y al mismo tiempo guarda una gran armonía con las líneas de sus vecinas.

Durante todo el sábado estuvimos recluidos en la piscina. Nos sumergimos en ese mundo de cronómetros, arrancadas, victorias, árbitros, medallas, reveses, silbatos, brazadas, esfuerzos por encima y por debajo del agua, desconsuelos y diplomas, todo salpicado por el incesante murmullo y los gritos propios de un evento de este tipo. Pero el domingo después del desayuno- almuerzo en un lujoso hotel del centro, nos dieron, al igual que en la competencia de París, una excursión por la cuidad.

Así conocimos que las lagunas de los bellos parques del centro de la metrópolis flamenca no son mas que las “nietas” de los fosos de las fortalezas medievales que protegieron la ciudad hasta el siglo XVI, la época de oro de la cuidad. También visitamos el barrio judío y las famosas “bolsas de diamantes” de Amberes, que le han dado un gran renombre a la urbe, conocida también como “La Cuidad de los Diamantes”. Desde le siglo XV la industria del diamante en Amberes, en manos de los judíos que allí habitan, es una de las más importantes del mundo y alcanza un volumen de venta de unos 23 mil millones de dólares anuales y un 7% de la exportaciones Belgas. Esta es una de las actividades económicas más importantes de la metrópolis flamenca, junto con el comercio de su puerto (el tercero más grande del mundo), la moda y el turismo.

En esta relativamente desconocida población europea, la palabra “MODA”, se escribe en mayúsculas. A tal punto llega la influencia de la moda en la vida de Amberes, que desde mayo hasta octubre de este año, se desarrolla en toda la cuidad una jornada especial de la moda. Por eso Amberes nos recibió con muchos de sus principales edificios cubiertos parcialmente con enormes lienzos en colores fosforescentes y en el tope del rascacielos mas alto de la cuidad fue colocada una gigantesca

“A” (de “Amberes”) que incluso le gana en altura a los 132 metros de la torre de la catedral, el edificio más alto de la ciudad.

El esplendor de la arquitectura gótica, barroca y clásica de los edificios públicos de la urbe y sus fachadas ricamente engalanadas, señalan el esplendor económico que vivió la ciudad antaño y que transciende hasta nuestros días. La famosa Catedral, construida a lo largo de 2 siglos es el edificio más llamativo de la metrópolis y el mayor imán para los visitantes. Pero quizás la muestra más sobresaliente de la unión del pasado, el presente y el futuro de Amberes, sea la estación de trenes. El grandioso edificio, cuya gigantesca cúpula sobresale en el centro de la ciudad, fue mandado expresamente a construir por el rey belga en el siglo XIX de forma muy pomposa, para darle un valor muy especial al lugar en la época en que el ferrocarril era el principal medio de comunicación en Europa. Hoy la estación se encuentra en reconstrucción, no tanto para reparar su bella arquitectura, sino para la construcción de túneles especiales bajo la misma, por donde circularan los TGV franceses (Tren de Gran Velocidad) que cubren la ruta París- Amsterdam.

Amberes es además la cuidad de Rubens. Aquí vivió gran parte de su vida y realizó la mayoría de sus obras el mundialmente famoso pintor, el cual compró una casa en el centro de la cuidad. Allí instaló su residencia y su atelier de trabajo. Luego de una minuciosa restauración de la casa y su hermoso jardín interior (diseñado por el propio Rubens), el recinto fue abierto al público en forma de un interesante museo. Pero la exhibición más grande e importante de Flandes es el Museo Real de Bellas Artes, un impresionante edifico del siglo XIX que atesora 500 años de pintura flamenca. Me llamó mucho la atención que en época tan temprana la cuidad emprendiera tan grandes esfuerzos por conservar la cultura de esta legendaria región del país.

Al regresar, comprendí que la leyenda de la mano cortada no es mas que una de las miles de historias que se pueden hacer sobre la urbe flamenca. No obstante; aunque llegué en calidad de nadador a la hermosa cuidad de los diamantes, ni me paso por la mente tirarme a nadar al río Escalda, no tanto porque el agua estuviese fría, sino para evitar, por si acaso, un encuentro con la mano flotante del gigante Antigoon o de algunas de sus presuntas víctimas.

Junio del 2001

0 Comments:

Post a Comment

<< Home