Tuesday, December 10, 2002

ZOOLÓGICO NUMISMÁTICO - Austr.3

Sin lugar a dudas, el canguro es el emblema más distintivo de Australia. Cada vez que pensamos en ese remoto continente, donde casi toda su fauna y su flora son autóctonas, nos viene a la mente este marsupial que se encuentra representado en postales, libros, logotipos y todo lo relativo al exótico país de los mares del sur. A tal punto llega su simbolismo, que en el reverso de la moneda australiana de 50 centavos aparece el mamífero de larga cola con su singular "bolsillo" para alojar sus crías y fuertes patas traseras con las que da sus sorprendentes saltos.

No tan famoso como su "colega" saltarín, pero también muy conocido dentro y fuera del continente, es el simpático koala. Esta bolita de peluche gris, siempre trepando los troncos de los frondosos árboles, también ha ocupado un lugar en el "mural de la fama" del dinero australiano y asoma en una de las caras de la moneda de 5 centavos.

Sin embargo, quien más me llamó la atención dentro de ese "zoológico numismático" fue el ejemplar que habita en la moneda de 20 centavos. Es un animal que desde la niñez me causó una profunda admiración, pues parece hacer caso omiso de las reconocidas leyes de la biología universal. Esta impar criatura de escasos 50 centímetros de largo, cuyo hocico prolongado y córneo se parece al pico de un pato, tiene sangre caliente, el cuerpo cubierto de pelos y da de mamar a sus hijos, aunque se reproduce por huevos. Sus cuatro patas poseen membranas entre los dedos, que le permiten nadar por debajo y a flor de agua con la facilidad de un pez, y caminar por la tierra como un hurón. El ornitorrinco, denominado Platypus en inglés, es algo así como el "eslabón perdido" de la fauna mundial, y con su apariencia tan singular dista mucho de parecerse a sus "parientes" más cercanos en mundo de la zoología.

Por eso fue muy grande mi alegría cuando pude ver uno de estos raros ejemplares, no desde las páginas de un libro de zoología o un documental televisivo, sino jugueteando frente a mí con una gracia seductora en el acuario de Sydney. Allí también conocí que este interesante animal era venerado de forma muy especial por las tribus aborígenes, que habitaban
la mayoría de las zonas del continente australiano desde hace alrededor de 40 mil años.

De acuerdo a los descubrimientos arqueológicos, los aborígenes australianos poseen la mayor historia continua cultural del mundo, pues su germen se remonta a la última era glaciar. Lo que los europeos denominaron en un principio como “Terra Australis”, estaba habitado por diferentes grupos nómadas durante milenios, que se autodenominaban Kooris. Estas comunidades, que los especialistas suponen venidas desde el sur de India o de Sri Lanka, hablaban cientos de idiomas diferentes, con estilos de vida, religiones y culturas distintas en cada una de sus respectivas regiones. Versátiles y creativos, los indígenas australianos tenían sistemas sociales complejos y tradiciones muy desarrolladas que reflejaban su profunda conexión con la tierra y con su entorno. Desde el punto de vista tecnológico, estos pueblos no tuvieron un gran desarrollo y como símbolo de su talento técnico solo ha llegado nuestros días el bumerán, un arma de madera utilizada para cazar que si se tira correctamente, regresa a los pies del lanzador. Por el contrario, los aborígenes poseían un mundo espiritual muy amplio, enriquecido con innumerables ritos e historias fantásticas, conservadas casi intactas hasta nuestros días, pese a que las tribus fueron masacradas y esclavizadas por los colonos europeos.

…Y cuenta una de sus viejas leyendas que en los comienzos del mundo se reunieron todos los animales para determinar a qué grupo correspondía nuestro ornitorrinco. Cada cual decía: "Él nos pertenece." Las aves lo demandaban para sí por poseer pico y patas como un pato y poner huevos, los peces lo solicitaban porque nadaba bajo el agua, y el canguro lo reclamaba entre los animales terrestres por su pelo y porque caminaba por la tierra. En medio de la disputa, habló por fin el propio animalillo para conciliar a unos y otros. Se llegó al acuerdo de que pertenecía a todos, pues tenía algo de cada uno de los demás animales. Esta criatura, noble, inteligente e inofensiva, puso fin a la querella, y devolvió a los animales la unión y la armonía. Desde entonces fue reverenciada por toda la fauna australiana, y los aborígenes consideraban su presencia símbolo de buena suerte y prosperidad. Por eso su caza estaba prohibida y con agrado los primeros habitantes del continente alzaban sus campamentos cerca de los lugares donde esta singular especie hacía sus guaridas.

No sé cuánto habrá de verdad en la añeja leyenda, contada de una generación a otra desde tiempos pretéritos. Sólo puedo afirmar que el animalillo fue lo que más me atrajo de todo lo visto del acuario de Sydney, uno de los mejores del mundo. Ni las gigantescas peceras con reproducciones de la flora y fauna de la Gran Barrera Coralina, ni los túneles submarinos donde el visitante se pasea "escoltado" por múltiples animales acuáticos, incluyendo gigantescos tiburones, era comparable a la juguetona alegría que transmitía el ornitorrinco. Se comportaba como un ave, un mamífero y un pez a la vez haciendo piruetas bajo el agua con su pico de pato, retozando entre las exóticas plantas australianas y nadando entre los peces.

Desde entonces, cada vez que pienso en el país austral, lo que viene a mi mente son las travesuras de este "forastero de los libros de biología", que sigue nadando despreocupadamente en la moneda de 20 centavos, aunque para el resto del mundo el canguro sea el animal más conocido y famoso de Australia.

Febrero del 2003

1 Comments:

At 3:12 AM, Anonymous Anonymous said...

Ando un poco perdida pues para mi es nuevo lo de los blogs y estaba buscando información sobre diseño páginas web cuando encontré tu blog. Tu título, ZOOLÓGICO NUMISMÁTICO - Austr.3, me llamó la atención y te felicito por tu artículo tan bien escrito. Tengo que encontrar información relacionada con diseño páginas web, pero aprendí de ti y me voy a lanzar a mejorar mis blogs. Gracias, Lalo de la Vega!

 

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